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LA REVISTA DE ANTROPOFAGIA: UTOPÍA Y VANGUARDIA
EN AMÉRICA LATINA

Por Armando Alzamora

EL CONTEXTO
L a Vanguardia Latinoamericana ha tenido vertientes que fluctuaron entre la continuidad de los ismos europeos y el más extremo compromiso con nuestras raíces culturales. “Fue, como afirma Alfredo Bosi... ‘’un mosaico de paradojas’’. En nuestro continente se arraigaron, momentánea o prolongadamente, escuelas como el futurismo, el expresionismo, el ultraísmo o el superrealismo. Además, fruto de una temprana indagación en los focos culturales de Europa y el contacto directo con el cubismo de Pierre Reverdy, surgió el creacionismo de Vicente Huidobro. Contra esa imitación e incursión de l’esprit nouveau, hubo respuestas contundentes como la de César Vallejo en sus ya célebres ensayos ‘’Autopsia del superrealismo’’ y ‘’Poesía nueva’’. Era, pues, la respuesta a lo que él consideraba una falta de asimilación del espíritu moderno en la nueva poesía que practicaban sus contemporáneos. Hay, por supuesto, otros vectores que encaminaron la búsqueda de vanguardia hacia una consciencia enraizada en nuestra propia espiritualidad, distanciándose del cosmopolitismo, asumiendo un compromiso con el contexto inmediato que acusaban. Surgen así otros movimientos: en México, aparece el estridentismo (1921), de Maples Arce y List Arzubide, que trató de aliar la creación estética con la revolución; en Puerto Rico, aflora el euforismo (1922), en cuyo segundo manifiesto definen una interesante propuesta de integración regional y espetan esta frase demoledora: ‘’Abajo los poetas que beben en Londres y digieren en París’’; en Chile, surge el movimiento vanguardista Rosa náutica (1922), de marcada influencia anarquista, grupo en donde militó el mítico escritor húngaro Zigmund Remenyik, quien anteriormente había pertenecido al aktivizmus, un ismo desarrollado en Viena y Budapest; en Perú, eclosiona la vanguardia indigenista del Grupo Orqopata con sus propuestas reivindicativas aparecidas en los distintos números del Boletín Titikaka (1926); y en Brasil, como una última y devastadora erupción del volcán modernista, irrumpe el que es quizás el movimiento más radical de nuestras vanguardias: la antropofagia (1928), brillantemente impulsada por Oswald de Andrade.

 

Hay una indiferencia casi generalizada sobre el Modernismo brasileiro1, un vacío al momento de abordar la totalidad cultural del continente que no deja de sorprender2; sobre todo considerando el conocimiento temprano que tuvieron los artistas brasileños de las distintas escuelas europeas3; teniendo en cuenta, además, el hecho significativo de que, más bien pronto, sus poetas dieran la espalda al futurismo, generando incluso la polémica durante la visita de T. Marinetti al Brasil (con chiflas, tomates y huevos incluidos); confirmando, en fin, el rol versátil e influyente que tuvieron Blaise Cendrars y Benjamin Péret –en ese orden− en las entrañas del modernismo. Este ambiente cargado de entusiasmos y curiosidades estéticos será el fértil terreno para la germinación de la Semana de Arte Moderno de 1922, desarrollada en São Paolo, fecha fundacional de una de las etapas más importantes y productivas de la cultura brasileña. La vasta pluralidad de impulsos y consignas modernistas puede resumirse en la siguiente línea: ‘‘Había que hacer un arte auténticamente nacional’’.

La tribuna visible de estas renovadoras propuestas será el conjunto de revistas que aparecerán en el transcurso de la década. Así, inmediatamente después de acontecida la Semana, saldrá a la luz Klaxon (1922-1923), primera revista modernista del Brasil, bajo la dirección de Mário de Andrade. Mucho se ha hecho mención sobre su audaz diseño, tal como señala Jorge Swchartz: ‘‘las más renovadora y la más creativa, no sólo por su bellísima diagramación, que recuerda técnicas de la Bauhaus, sino por las modernas ilustraciones de Becheret y Di Cavalcanti4’’. Sin embargo, aunque esta revista es sin duda una ardorosa manifestación de esa etapa inicial del Modernismo (posteriormente denominada ‘‘Fase heroica’’), el contenido no alcanzó jamás la consistencia ideológica ni la virulencia retórica que sí tuvo la Revista de Antropofagia5. Otras revistas que pueden citarse son Estética (1924-1925), revista carioca que no pasó del tercer número, dirigida por Prudente de Moraes Neto y el importante historiador Sérgio Buarque de Holanda; A Revista (1925-1926), publicada en Minas Gerais, entre cuyos principales colaboradores destaca la presencia de Carlos Drummond de Andrade; Terra Roxa… e outras terras (1926), de Couto de Barros y Antonio de Alcântara Machado (uno de los futuros directores de Antropofagia); Festa (1927-1929), publicación carioca de fundamentación católica e influencia postsimbolista en donde destacan Cecília Meirelles y Tristão de Athayde; Leite Criôlo (1929), publicada como suplemento del diario Estado de Minas, única revista del modernismo que tuvo como tema principal la problemática del negro; entre otras. Todas se manejaron bajo los preceptos reformadores de la Semana del 22; pocas lograron la eficacia transgresora de Antropofagia.

LA DEVORACIÓN
Desde la exhortación a los amateurs anthropophages de Alfred Jarry, pasando por la insólita revista Cannibale y el ‘‘Manifeste cannibale Dada’’ de Francis Picabia, hasta la Anthologie Négre de Blaise Cendrars6, la antropofagia estuvo siempre presente en la vanguardia como un símbolo del primitivismo exótico (la estética negrista de la avant garde parisienne es claro ejemplo). Bien lo aclaraba Benedito Nunes: ‘‘la imagen del caníbal estaba en el aire’’7. Oswald se impregnó en Europa del germen de estas propuestas, subvirtiendo su carácter exótico y superfluo para apropiarse de la espiritualidad salvaje, re-presentando al indígena antropófago como una presencia entregada a la devoración de los bienes culturales de occidente. Harold de Campos describiría esa actitud como la ‘‘devoración crítica del legado universal”8. Así, en 1928, saldrá a la luz el primer número de Antropofagia. La revista conocerá dos fases: la primera ‘‘dentición’’, publicada en forma de folleto con ocho carillas (33 cm. x 24 cm.), que va desde mayo de 1928 hasta febrero de 1929 y tuvo diez números; la segunda ‘‘dentición’’, publicada en el periódico O Diario de São Paolo en una página entera, que va desde el 17 marzo hasta el 1 de agosto de 1929 y tuvo dieciséis números.

La primera ‘‘dentición’’, bajo la dirección de Antonio Alcântara Machado y Raul Bopp, verá nacer algunas publicaciones fundamentales, como el ‘’Manifiesto Antropófago’’ de Oswald de Andrade, el arranque de Macunaíma de Mário de Andrade, o la reproducción en trazo de Abaporu de Tarsila do Amaral. El espíritu de estos ‘‘textos’’ comparte su inclinación por desacralizar los moldes tradicionales de una sociedad abstraída en la sensibilidad decadentista. El manifiesto de Oswald es concluyente: ‘‘Solo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente’’. Estas líneas sintetizan su ideario que más adelante encontrará, en la que posiblemente sea la frase más provocadora del movimiento, su consigna de agitación: ‘’Tupy or not tupy. Tha’s is the question’’. Rabelesiano y sutil, Oswald pone en evidencia el problema de la identidad brasileña que oscila entre sus raíces indígenas (tupís) y la tradición europea. En otro nivel de significación (mucho más complejo por su versatilidad para amoldarse a la retórica antropofágica), este curioso aforismo hace hincapié en el proceso de la devoración y en la consiguiente excreción como último paso ritual para constituir la buena salud del antropófago hambriento de ideales y técnicas: ‘‘/To pee/ or not /to pee/. Tha’s is the question’’.

No menos interesante resulta el lugar y la datación que aparecen al final del manifiesto: ‘‘En Piratininga./ Año 374 de la Deglución del Obispo Sardinha’’. Se trata, pues, de una operación genuina de decolonización: geográfica, en primer término, pues restituye el nombre que le dieron los guayanases a la planicie donde surgió São Paolo hacia 1554; histórica, después, porque propone una nueva temporalidad cuya partida significó un hecho traumático para los colonizadores: la devoración del primer obispo de Brasil9 en las fauces indígenas. Más adelante, en el quinto número, Oswald volverá sobre este punto: ‘‘Festejar el día 11 de octubre, el último día de América libre, pura, descolombizada, encantada y bravía’’. La era antropofágica había sido fundada. Fueron dos perspectivas sobre el tiempo occidental que subvertían la ‘’historia’’ para potenciarla de significaciones hasta ese entonces silenciadas.

En la segunda ‘‘dentición’’ se acentuará el tono virulento de los primeros escritos, la ferocidad de los ataques contra los enemigos de la antropofagia, el humor recargado de una impúdica violencia. De esa manera, bajo el sugerente subtítulo de Órgano del club de antropofagia, la revista lanzará sus dardos desde el seno mismo de la sociedad paulistana. Posiblemente el anuncio más importante de esta fase fue el que se refirió al Primer Congreso Brasileño de Antropofagia. El evento jamás se llevó a cabo; sin embargo, ha quedado para la posteridad el decálogo ideológico que pretendía discutirse para después ser elevado al Senado y la Cámara de Diputados. Estas propuestas todavía no dejan de sorprender al público por su carácter polémico. Tenemos, entre otros: 1. maternidad responsable (o en otras palabras, la posibilidad del aborto); 2. impunidad para el homicidio piadoso (legalidad de la eutanasia); 3. organización tribal del Estado (es decir, aplicación del matriarcado); 4. nacionalización de la prensa, 5. supresión de las academias y su sustitución por laboratorios de investigación; etc. Sorprende la actualidad que cobran ahora estas ideas; no obstante, para su tiempo fueron propuestas explosivas y ‘‘descabelladas’’ que no hacían otra cosa que poner en evidencia la vulgar hipocresía imperante.

Es por estos tiempos que también surgirá la tensión ideológica con la Escola do Anta10. Frente a la fila de ataques que en tono solemne dirigían a Oswald y compañía, éste responderá brillantemente con el texto ‘‘Antología’’, en donde se burla de sus enemigos ‘‘tapires’’ utilizando un juego de aliteraciones y paronomasias:

Esos tales se dieron a bromear que  esto acá es el país del Atalanta, pero tal el anta tal el cazador y la  cacería al encontrar tanta anta no puede en serio tomar un anta sonante, que queriendo ser gigante no pasa de axiomántica. Así fue que tal rumianta tomada de antopodosis periodística antirose desastradamente en intenso antiroteo que el guardia de la aduana mantiene en este antanoclásico clan11.

A esta época también pertenecen ‘‘Porque como’’ y ‘‘Una adhesión que no nos interesa’’ de Marxillar y    Poronominare respectivamente, pseudónimos de brillante inventiva del inagotable Oswald. También, durante los cuatro primeros números de este periodo, aparecerá la serie ‘‘Moquém’’, firmada por Oswaldo Costa, cuyo principal aporte fue su crítica articulada del modernismo y la Semana del 22. Utópicamente, para la posteridad, Costa definió con estas palabras a la antropofagia: ‘’La descinda antropofágica12 no es una revolución literaria. Ni social. Ni política. Ni religiosa. Ella es todo eso al mismo tiempo’’.

Finalmente, es preciso referir la importante presencia que tuvo la mujer en el movimiento antropófago: desde el anuncio en el ‘‘Manifiesto’’ del retorno al ‘‘matriarcado de Pindorama’’, hasta las contribuciones pictóricas de Tarsila do Amaral o Patricia Galvão (o simplemente Pagú). ¿Qué habría sido del movimiento sin la perspectiva selvagem del Abaporu de Tarsila? ¿Qué de Oswald de Andrade, en su etapa más radical del prólogo a Serafim Ponte Grande o la revista O homem do povo, sin la inquietante presencia de Pagú?

La Revista de Antropofagia dejó de publicarse la primera semana de agosto de 1929. Según testimonio de Leyla Perrone-Moisés13, las innumerables cartas de los lectores de O Diario de São Paolo expresando su desacuerdo con el contenido de esta página subversiva terminaron apresurando su final. Sin embargo, la antropofagia ya había calado hondo en el espíritu de la época. Ninguna revista de vanguardia.

                                                                                          

 

 

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1.Quizás la primera barrera sea la difícil asimilación del término ‘‘modernismo’’, que en Hispanoamérica nos remite automáticamente a Darío y no, como en el caso brasileño, al modernism, término que se refiere a la vanguardia en lengua inglesa.

2.Jorge Schwartz, en su clásico Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos (México; Fondo de Cultura Económica: 2002), pasa revista de las incontables omisiones del modernismo brasileño en la extensa bibliografía de estudios y antologías abocados vanguardia en Latinoamérica.

3. La primera noticia que se tuvo en nuestro continente respecto al futurismo, la dio Rubén Darío en el diario La Nación de Buenos Aires, en 1909. Ese mismo año, Almacchio Diniz publica el artículo ‘‘Uma nova escola literária’’, publicado en un diario de Salvador de Bahía.

4. Íbid. (ver cita 2), p. 261.

5.En adelante, para referirme a esta publicación, emplearé la supresión Antropofagia.

6.Leyla Perrone-Moisés repasa sintéticamente estos antecedentes en su artículo ‘‘La Revista de Antropofagia y el modernismo brasileño’’. En Eco. Nro. 229, tomo XXXIX, p. 25-29. Bogotá: 1980.

7.Oswald canibal. São Paolo. Perspectiva: 1979.

8.’Da razão antropofágica: Europa sob o signo da devorarão’’. En Coloquio/Letras. Nro. 62, pp. 10-25. Lisboa: 1981.

9.En 1556, Pedro Fernandes Sardinha fue muerto, según los testimonios, por los caetés. Al respecto hay mucha controversia, pues se cree que los hechos fueron tergiversados por los sobrevivientes para propiciar la persecución de los indígenas y el despojo de sus tierras. Algunos historiadores proponen que en realidad los antropófagos del obispo fueron los tupinamás.

10.La Escuela del Tapir surge en contraposición a la Revista de Antropofagia. Defendía un nacionalismo a ultranza que rechazaba todo lo foráneo y que más adelante, con Plínio Salgado como principal  promotor, ‘‘desembocaría en el movimiento integralista, de inspiración fascista’’ (Swchartz. Ibid., p. 558). Pese a que sus primeras actividades datan de 1927, su texto más representativo, el ‘‘Manifiesto Nhegaçu Verde-Amarelo’’, no aparecerá hasta 1929.

11. Citado en Swchartz. Ibid., p. 559.

12. Descinda (‘‘bajada’’, en castellano) es el nombre que daban los primeros colonos portugueses a sus incursiones en el territorio brasileño. Aquí, el sentido que le dan es inverso, con un fin evidentemente subversor.

13. Ver cit. 9. Ibid., p. 20

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