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Fantasmas esenciales

Víctor Ruiz Velazco

Asociación Peruano Japonesa - Campodónico Editores. Lima, 2012, 68 pp.

 

Por Arnold Francia

Cuando se deviene en la lectura de poesía, en el mejor de los casos, ejecutamos una elevación especial del espíritu que nos lleva hacia un estado que no merece mayor elucidación porque nuestras condiciones mentales no resultan efectivas. En dicho escenario, las palabras sobran. Lo que mueve nuestro pensamiento es la continuación de imágenes, la revelación del cosmos, la cálida visión que nos supone una fotografía mental tomada en la ceremonia de la lectura; eso, según la destreza del poeta en el previo acomodamiento: lenta, propia de la poesía romántica o tradicionalista, cuya construcción apela más al uso de elementos de la naturaleza; o de una velocidad extrema que violenta súbitamente nuestros sentidos, característica de la producción poética de nuestro tiempo, llámese moderna o última. En Fantasmas esenciales (Asociación Peruano Japonesa - Jaime Campodónico/Editor 2012) de Víctor Ruiz Velazco, libro que obtuvo el Premio Nacional de Creación Literaria José Watanabe Varas en el año 2011, no sucede nada. O, mejor dicho, no sucede ni lo uno ni lo otro, pues su lectura tiende a colocarnos como pendiendo de un hilo, sintiendo como poco a poco nos vamos alejando de la superficie pero teniendo siempre la certeza de que no escalaremos tanto para no agravar la caída.

 

A este estadio peculiar nos somete el autor con las cuatro partes que componen el poemario. Con Réquiem para un cuerpo sin órganos, la primera, el poeta ofrece una reflexión que marcará el paso de las siguientes líneas, acaso una introducción que sentencia las tópicas sobre las que gira el poemario. El tiempo, el cuerpo, el amor (o el desamor), la nostalgia, el desarraigo de las pasiones, un sujeto poético que es a la vez muchos recurren en versos magistrales como : "porque nada quedará de esta noche, sino/ el recuerdo lejano de algo que tomaremos/ como el recuerdo de otro que ya no está" (Pg. 16) ; o "y el mundo dejó de girar hasta hacerse una enorme/ y filuda bola de papel/ que devoramos con amor y paciencia/ como una hostia hostil y secreta" (Pg. 20).

 

No es de obviar que la poesía de Ruiz Velazco carga una herencia anglosajona que es patente en cada verso. Su dicción apela mucho a la dicción de poetas como Eliot, Pound e Hinostroza, como bien reconoce en algunas entrevistas, pues tiene un poco de esa forma de encadenar versos, esa cadencia, ese aliento épico dramático.

 

Y es que Fantasmas esenciales es una experiencia teatral compleja, una total puesta en escena con el piano de Chopin susurrándote al oído. Podemos parecer asistentes a un drama dirigido por el yo poético, transitar por parajes desérticos guiados por hombres arruinados para terminar presenciando un cuerpo flotando en el mar a razón de una muerte por ahogamiento, la de "aquel fenicio de ojos de perla de nombre Flebas" (Pg. 17).

 

Pero Fantasmas esenciales es también un concierto de voces, con una multiplicidad enorme que parece desvanecerse para finalmente formar una sola, una única voz poética que busca solidificarse pero que se queda en el intento. En una primera lectura nos vemos recargados de situaciones y sujetos que habitan sitios desolados, desde un lugar de enunciación marcado por la decadencia. En "Retrato de una dama", por ejemplo, parte última y homónima de poemas de T.S. Eliot y Pound, se desarrolla una convergencia de voces que tienen a una mujer en primer plano. En ella, el desamor es la tópica recurrente: "Me desangro/ me voy por una herida/ y es este partir un encuentro también / con todo aquello que nos acerca/ incluso en este momento/ cuando las horas se agolpan en una sola/ imagen que lo explica todo" (Pg. 55).

 

Ya antes, en "Ágape", parte tercera, se había pronunciado una voz que esboza con poderosa paciencia una rebelión de los afectos que sentencia una negación rotunda a la soledad absoluta, a esa carencia que urge por no aceptar la lejanía, a ese Lejano Amor que ahora yace más muerto que vivo: "Lejano Amor, junté estos pedazos durante mi exilio/ y hoy vengo a ti para dejar entera constancia/ de una vida sustentada en el aire, una vida/ sustentada en la palabra / en busca de límites y de la maravillosa locura/ que me dejó tu amor /precipitado amor, solemne como el mar" (Pg. 40); "…El celofán del adiós ha comenzado/ a rasgarse como un himen perpetuo / y tú lloras porque no es suficiente…" (Pg. 39). El carácter ambivalente del amor es un recurso bien usado que se desliza por los versos como una culebra de carne y hueso que no hace más que abrir surcos poéticos dejando al lector la entera capacidad de llenarlos con el agua de sus emociones.

Víctor Ruiz es un poeta que maneja la palabra de manera formidable, que acomoda los versos con técnica de alfarero, con arte, pues la velocidad de sus imágenes parece escapar de las amarras del tiempo, quizá parpadeando despacito en medio del mismo, quizá separándose para ser sólo poesía: "porque el tiempo es siempre el tiempo/ en que se calla o en que se canta" (Pg. 59).

 

Sin embargo, Fantasmas esenciales es un poemario con pretensiones trascendentalistas (desde el propio título) que no llegan a concretizar sus afanes. La poesía de Ruiz Velazco va brotando conocimiento, es una poesía pensada, reflexiva, y es que dicha elaboración peculiar de las piezas poéticas obedece a una intención previamente establecida (temas recurrentes como el tiempo y el ser, abordados desde el primer poema, no terminan de ser resueltos) que pierde contundencia por la innumerabilidad de discursos que terminan atropellándonos, sin violencia, claro, pero atropellándonos suavemente y desviando el entendimiento.

 

Con esto, sólo nos queda sumergirnos en la poesía de Víctor Ruiz esperando una lectura provechosa, pues se perfila como un poeta de arte interesante que sabe bien lo que es su oficio.

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