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En el juego de la vida
Por Paul Asto Valdez
Lima: Azul Editores, 2012, 74pp.

Hablar del primer libro de un autor siempre suele ser una tarea complicada pues, muchas veces, es difícil hallar el punto exacto en donde un primer libro deja de ser un buen intento de aprendizaje y se convierte en un proceso intrascendente que deja buenos momentos. Entonces, “¿qué cosas se pueden decir y qué cosas no…?" probablemente sea este tipo de contrariedad lo mejor que puede dejar un primer libro; el simple hecho de no saber muy bien cómo empezar sin dejar de rodear las primeras palabras propiamente dichas. Este es el caso de: En el juego de la vida (Azul editores, 2012) primer libro del joven narrador Daniel Abanto.


El libro en mención es un libro de cuentos (10) de distinta valía en los cuales se desarrollan distintos tópicos como: la oralidad, la pendejada, el papel del intelectual, la búsqueda de identidad, etc. Así, es probable que la primera característica con la que uno se encuentra en el libro de Daniel Abanto, es el gen de la oralidad, pues todos sus cuentos, con excepción de “Amores perros” y “El secreto de Jony”, son narraciones autodiegéticas, pero cuya características principal no es solo esta, sino que dicho narrador maneja un código oral típico de las calles, del “pendejo”, del “bacán”; pero cuya mayor ambición es que dicho narrador bien podría tratarse de un mismo narrador, o al menos de una especie de continuidad narratológica perceptible a lo largo  de los cuentos. En dicha estructura podríamos hallar por ejemplo: al chico del colegio (“Una tarde”, “La nota en juego”), la  etapa de universidad (“Posición adelantada”, “Corazón de poeta”, “El pago”, “Con sabor a albaricoque”), y la etapa  de la búsqueda de trabajo (“Pasajeros capitales”).

La etapa del colegio
Sin bien es cierto que todos los cuentos tienen distintos hilos conductores; oralidad, espacio, sexualidad; son precisamente en estos dos cuentos, en donde se puede apreciar   la continuidad del narrador independientemente de la diégesis propia de cada uno de los mismos. En ambos, el medio en el que se desarrolla la estructura narratológica es el colegio, pese a que los acontecimientos de los mismos (al menos los más importantes) se desarrollan fueran de él, en una clara contraposición entre colegio y calle, en donde pareciera ser la calle la  más determinante, ya sea como inculpadora o salvadora de los personajes. En el caso de "Una tarde" es en el parque del avión en donde se desarrollará el desenlace sangriento: “Entre chistes, los cuatro caminamos conversando en dirección al parque del Avión – lugar ideal para pichanguitas-, muy relajados como si nos fuéramos al estadio o a un tono" (pg.15), mientras que en "La nota en juego" el desenlace se encuentra en la casa del profesor de matemáticas: “Mira, antes de llegar a la Biblioteca Municipal que está por Amancaes, la casa verde que ves ahí, al costado hay un edificio despintado. En uno de los departamentos vive Colchado" (pg. 19). En ambos cuentos, pese a que las calles del Rímac cobran una importancia inusitada, son los compañeros de colegio los que se convierten en  los conductores de la diégesis. Mientras que en el primer cuento es una pelea de colegio llevada a cabo por  Mirko, (el hermano celoso y protector) quien termina mal; en el segundo es Montañez, el “pendejito”, quien va en búsqueda del profesor de matemáticas para que lo apruebe en su curso. Ambos cuentos terminan bajo el signo de la fatalidad, con cierto grado de ironía que será el denominador común del libro de Daniel Abanto.     

​La etapa de la universidad
Lo que denomino como “Los cuentos que giran en torno a la universidad”, tienen como elemento común el tema sexual. “La traición y el cuerpo de la mujer como voz femenina son recurrentes; ya sea a través de la novia de su amigo, en las putas de la avenida Colmena, o en Rebeca, la chica de antropología que tiene una obsesión con los preservativos de sabor albaricoque. De todos aquellos cuentos probablemente sea “Corazón de poeta” el cuento que más se acerca al mundo universitario, en donde las calles del Rimac son cambiadas por las calles del centro de la ciudad; específicamente por Colmena y  Quilca.

Es probable que la primera característica con la que uno se encuentra con el libro de Daniel Abanto, es el gen de la oralidad

Pero sobre todo, es el cuento en donde el narrador pareciera  entender su identidad, buscada en los cuentos anteriores, a través de la conversación que tiene con un compañero de estudios sobre el poeta Alberti. Lo interesante del cuento, y probablemente lo mejor del mismo, es la manera en cómo una aparente conversación literaria va filtrándose de a pocos en la propia experiencia personal del narrador:

 

​​A vega le encanta hablar cuando camina por la calle…El frio se hace más agudo, levanto las solapas de mi casaca jean – gastada por seis inviernos-. Vega sigue hablando del libro, pero no presto atención. Me interesa más la historia del autor. Liberti era un gran pendejo y Lima le quedaba chiquita. (p. 42)

 

El narrador, Daniel, se convierte en una especie de pasajero a través de las calles que se encuentran entre la universidad (Colmena) y Quilca (el boulevard de la cultura), y en donde Danilo, su compañero que va a vender el libro de Alberti, se convierte en esa especie de Caronte que a mitad de la travesía (las “chelas” propuestas), pide su parte del pago: “Propuse que en la conversa hablara más de Alberti, pero esta vez del poemario. Aceptó con la condición de que yo le hablara sobre Janet, quería caerle. Sonreímos cómplices y entramos al bar” (p.45).

La etapa del trabajo
Si bien el elemento laboral es tocado en el cuento “El pago”, es en el último cuento, “Pasajeros capitales”, en donde el tema se desarrolla más ampliamente. “Pasajeros capitales” lleva el famoso acápite de Dante entrando al infierno como una clara relación de lo que es la ciudad de Lima. Este cuento no solo concluye el libro, sino que también cierra la continuidad del narrador que dejó atrás las aventuras del colegio, el término de la carrera de literatura, y que en esos momentos se ve en la disyuntiva de dictar clases en una academia o hacer taxi en un viejo Volkswagen. Sin embargo, también es la ciudad la que ha cambiado. Ya no solo son las calles de la adolescencia, ni de la universidad, ni de los hostales, sino también es la ciudad del tráfico, de la falta de dinero, de la soledad. 

 

El papel del taxista instruido, un elemento cultural muy de los 90 y que ha sido explotado muy poco, es el medio por el cual el narrador inicia su odisea por sobrevivir. El cuento gira básicamente por situaciones ilarantes y contradictorias en donde las diferencias de clase social, la mala suerte y el hambre, son los elementos para hacer de la ironía, pese a la derrota constante, lo más representativo del cuento.

Al final, regresé a mi cuarto en el Rimac, fui a la refrigeradora y busqué una manzana… saqué algunas conclusiones. Quizás, la más importante era que esta ciudad es un laberinto ruinoso, un pus irreversible, un cigarro ya fumado, una chapita destapada y perdda entre el polvo y la indiferencia de una calle.  (p. 73)

 

Ahí tuve una revelación nada divina y bastante humana mientras mordía un trozo de manzana helada: Sí, la felicidad en una ciudad como Lima todavía es posible. (p.74)

Por otro lado
Por otro lado, los cuentos de Daniel Abanto, los que no se encuentran relacionados en el esquema mostrado,  e inclusive algunos de los mencionados, adolecen en gran medida de ciertos errores de estructura, inclusive con la propia oralidad que se plantea. En el cuento “Una tarde”, por ejemplo,  hay dos diálogos que 

 


 

muestran dicha contrariedad. Por un lado se encuentra la palabra “ynovaser” en donde queda claro la oralidad de la calle a través de la escritura, pero por otro lado se encuentra la palabra: “¡Conchatu…!” dando a entender la palabra oral, pero no es escrita. Algo similar ocurre en el cuento “La nota en juego”   cuando el narrador en vez de hacer referencia a la clase de literatura, dice: «lite» contraponiéndose  a la oralidad, y haciendo referencia entre aquellas comillas.

 

Sin embargo las deficiencias en estructura no solo se encuentran en la interferencia, sino también en la diégesis misma. En el cuento: “Posición adelantada”, Rebeca, la novia de Manolo, que engañó a su novio con el narrador, pide conversar con Manolo en medio del partido de la selección, sin embargo dicha conversación nunca se da, concluyendo el cuento sin dar mayores explicaciones del caso. Algo similar ocurre en  “Amores perros”, en donde el protagonista Lorenzo, en un intento de suicidio fallido y tras una depresión al ver frustrados sus ansias de ser escritor, abandona a su mujer y termina adoptando un perro callejero, pero el problema surge cuando luego de que su mujer logra convencerlo de que vuelva con ella,  nos enteramos de que el fondo histórico es el de la época del terrorismo. El gran error del cuento, pese a compartir un final muy similar con el primero, es que el perro que adopta Lorenzo, y del cual el narrador heterodiegético  se ocupa durante varias páginas, desaparece sin dejar rastro alguno. En  “El secreto de Jony" el cuento se torna inverosímil; no  por la propuesta diegética planteada (Jony es telépata), sino por el desarrollo de la misma; por los actos realizados con su poder secreto, pero sobre todo por los hechos dejados sin realizar.


En conclusión, y volviendo al punto inicial de la reseña, En el juego de la vida  es un primer libro con una propuesta interesante, pensado desde el conjunto, puesto que comparte líneas estéticas con el neorrealismo urbano desarrollado en las últimas décadas en la narrativa peruana, y con el cual, valgan verdades, también comparte falencias a nivel de estructura y de concepto; como cierta carencia de ambición en varios cuentos que pudieron ir a más pero acabaron de manera precipitada, al punto que algunos de ellos podrían ser considerados como simples anecdotarios. No obstante es un primer libro para tener recomendado, y que sustenta las expectativas sobre las próximas publicaciones que Daniel Abanto prepare.

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