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Lumbra
Por Pamela Medina García
Lima, Paracaídas Editores, 2012, 32pp.

Como la Venus naciente que parece rememorar el dibujo de la portada (quizá de aliento renacentista-grecolatino), Lumbra, primer poemario de Benggi Bedoya, trae consigo la construcción de una morada donde la voz poética nace para definirse y representarse. Acaso un acto embrionario, la mitología en esta unidad se vuelve un asidero originario a partir del que Benggi desea ser alumbrada o iluminada.      

                                               
Desde un inicio, Lumbra plantea claramente que la génesis de su acto creador se encuentra en el mito, como la piedra angular (soporte, base) sobre el cual busca erigir su propia voz:  “Edificamos nuestras hambres / Sobre la piedra fatigada del / Mito, siguiendo la promesa / De un fuego sagrado / El lenguaje / Que traigo ha quemado ya las urnas”. Esta edificación se encuentra afirmada al mismo tiempo en los títulos de los primeros poemas, “Creación” y “Origen”, que revelan efectivamente que la voz poética desea nacer.


Casi como una exploración interior, que se evidencia en el fluir del texto, Bedoya cuestiona la competencia de las palabras en su incapacidad para aprehender ese objeto “Sin nombre” que se escapa y su escritura pretende concretizar, pero es al mismo tiempo consciente que dicho objeto le será siempre esquivo. Como si quisiera abrazar el aire, esa condición efímera no le permite obtenerlo. Este carácter es a la vez búsqueda y deseo, que en el texto es privilegiado por las preguntas: “¿Cómo ocupar el ánfora, el recuerdo, / O contemplar un cuerpo orillado por el tiempo, / Si he heredado los brazos de las sombras?”. No obstante, dicho cuestionamiento es también la afirmación de una necesidad en la escritura a razón de la inmortalidad: “Cómo lograr palabras que te alcancen / Y no sean ​simples hijas del momento”, que considero va ser la meta final de Bedoya con su edificación en la mitología.

el caso de Lumbra es un intento que toma las formas clásicas y busca un lenguaje nuevo.

El cuerpo del poemario no dista mucho de su pretensión mítica, aquí los poemas rememoran figuras de dioses y ninfas griegos (“Apolo”, “Dafne”, “Dédalo”, “Ícaro”, “Ariadna”, “Orfeo”) a partir de imágenes instrumentalizadas en la espesura de la naturaleza, donde los personajes aludidos descuellan en sus propias tragedias: Orfeo volteando a ver a su amada, Dédalo en su laberinto sin salida o las alas incendiadas de Ícaro, reconstruyendo y  contándonos una historia de la que ahora ella es parte, haciendo eco de la oralidad: “Dicen que el hombre más inteligente / Conoció, también, la envidia” o incluyéndose en primera persona: “¡Oh, dios! ¡Yo te sirvo / Aunque tu médula haya sido trasvasada!”, “De todas las mujeres / Dafne, fuiste el laurel abominable, / Pura como el agua que mi sed ignora”. Esta pertenencia e identificación son impulsadas por el redescubrimiento íntimo y revelador que produce la mitología en el yo poético y enciende en este la necesidad de un lenguaje originario, como si el regreso al principio tuviese el imperativo de nacer nuevamente, creando todo desde cero, aunque en el caso de Lumbra es un intento que toma las formas clásicas y busca un lenguaje nuevo. Esto se observa en un poema que fácilmente puede convertirse en el arte poética de este texto, “Mito”: “Reescribiremos la antigua lengua / Para llegar al interior de la fuente, / Olvidar a Narciso y nacer / No de ceniza, no de viento, no de fuego / Ni de aire, ni de agua”.

 


 

A pesar de este nacimiento, la voz poética ahora cuestiona el ser en una exploración que observa con detenimiento su refugio en los animales, tornándose una experiencia trágica al saberse hombre, como se lee en el poema “Tragedia”: “La piel, los ojos, la conciencia, / Las vísceras, mi muerte, / ¿Y seré hombre?”, así, el deseo por definirse es una vez más una pregunta que genera duda y sospecha, en donde muerte y vida (nacimiento) son polos que nos acercan también a la existencia.


Al entenderse como un ejercicio sin época, el mito es un refugio creador que revela un universo muchas veces inabarcable (anteriormente Eiel¬son reconstruyó la historia de Antígona, por ejemplo), pero que en producciones como las de Benggi Bedoya tiene acer¬camientos novedosos. Sin embargo, considero que apelar a la mitología es también una búsqueda de legitimación respaldada en su “piedra fatigada” por las historias infinitas heredadas de la tradición griega. A pesar de su búsqueda explícita, alertada al lector desde el inicio, “Reescribiremos la antigua lengua”, Lumbra solo alude a la necesidad de renovación originaria del lenguaje, mas no profundiza en dicho rumbo, ya que criticar el lenguaje es también repensarlo. Tomando en cuenta este carácter, la autora instala su obra en una preocupación noble y medular que destella dentro del universo del poeta joven en donde, llamados de atención como Lumbra, señalan que la renovación de la poesía es una constante invención del sí mismo.

 

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