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3 barras; una mujer y un tabique roto
Por  Paul Asto Valdez
Lima, Delfín Rosado, 2012, 172pp.

Lo curioso del asunto es que dicho desprecio inicial en todos aquellos personajes, termina mutando a otro tipo de desprecio, que es el sexual.

 

Probablemente el teatro haya sido la expresión artística que mejor se ha adoptado a los cambios sociales a lo largo de los siglos; por ello no debería sorprendernos el que quizá sea la vertiente literaria que mejor se haya adapatado, también, a estos tiempos posmodernos, como bein podrían testimoniarlosmuchas puestas de escena monumentales así como la poroliferación de grandes teatros construidos en los  distritos más exclusivos de las ciudades. Pero en el caso del Perú, claro, hay muy pocas puestas de escena de autor, ya que la gran mayoría son adaptaciones de teatro extranjero, y si a eso le sumamos que la publicación de dichas puestas son prácticamente, sino totalmente, nulas, nos encontramos conque no todo es tan redondo como se podría llegar a creer. 

 

Los que conocemos de cerca a Max Pinedo sabemos de su loable labor por difundir la cultura y el teatro en el cono norte de Lima, así como el colaborar en cualquier auditorio en el que le dejen presentar alguna de sus obras. Sobre todo a partir Del exhaustivo trabajo que realiza a través de su academia-centro cultural Cygnus, en esa novedosa mezcla extraña de matemáticas y Brecht; en donde, además, son sus propios alumnos lso que conforman la base actoral para la puesta en escena de muchas de sus obras. Por eso, el hecho de que Max Pinedo haya decidido saltar la valla que muchos dramaturgos del medio se imponen, es digno de celebrar. 3 barras; una mujer y un tabique roto  (Delfín rosado, 2012) es su primera publicación, y reúne tres de sus obras que ya han sido representadas (algunas en más de una ocasión).


El libro se encuentra conformado por: "Sentenciados", "Alma artificial" y "Resistencia a la locura". Además, posee  un prólogo del propio autor, en donde propone una estética marginal presente y desarrollada en su obra. Sin embargo, dicha marginalidad, más allá de la posición social en la que se encuentran sus personajes, termina decayendo, o mejor dicho,  reubicándose en otro tipo de marginalidad, que es en la de los que no tienen voz; o en todo caso, de los que hablan a través del cuerpo.


En la primera obra, “Sentenciados”, nos encontramos, presenciando un suicidio en el Acto I. A partir de ese momento, la premisa será hacer el recuento de hechos que llevaron a aquel suicidio. “Sentenciados”, probablemente sea la mejor de las tres obras publicadas, ya que  se trata de una reescritura; o en todo, caso de una ramificación de la historia oficial de la matanza de Barrios Altos, cometido por el grupo Colina. Aunque, claro, eso solo se irá descubriendo a medida que se avanza con la lectura. Es así como nos vamos enterando de los preparativos de dicho atentado en cuya recopilación de hechos, el autor hace gala de técnicas narrativas que se encuentran mucho más cercanas a la novela policial que al teatro mismo. La historia está centrada en Alvarado, quien es miembro de este grupo militar junto a Supay, quienes piden a Julián que investigue a uno de sus vecinos con la oculta finalidad de establecer un operativo cualquiera para poder obtener dinero y reconocimiento castrense. Existe en esta representación una clara visión posmoderna, pues, como se comentó líneas arriba, la narración se reubica constantemente en distintas instancias narrativas que se desarrollan más o menos así:

 

 

 

 

I – La escena del suicidio de Alvarado.
II – La recopilación de hechos que llevarán al suicidio de Alvarado.
III – La entrevista de Adrián a Alvarado.   

 

No obstante, en determinado punto pasarán las instancias II y III comenzarán a mezclarse constantemente provocando que la historia termine decayendo en una inundación de monólogos que cobrarán una especie de estructura de testimonios. Algunos hablaran desde la muerte; otros, desde la marginalidad en la que los dejó dicho atentado, como en el caso de Florentino; todos ellos bajo una visión aristotélica sumamente aleccionadora en donde desfilan las críticas hacia los medios de comunicación, la dictadura (se colige , fujimorista), y al desprecio por la vida. “Sentenciados” es una visión posmoderna de la historia reciente del país en donde el autor desarrolla sus personajes como representaciones legítimas de las voces de los que sufrieron ese contexto, para hacer escuchar lo que algunos nunca escucharon y  lo que otros decidieron olvidar, para que estas cobren la vigencia necesaria para que la historia no se repita.


La segunda obra, “Alma artificial”, es una historia tórrida en donde lo marginal no se encuentra en una posición social, sino en el lugar desde donde se enuncia.  Las influencias de Brecht y Pirandello son notorias en esta pieza. En esta los personajes  Autor y Mar se encuentran en una habitación discutiendo sobre sus cuitas de amor, pero dichas cuitas terminan transformándose en algo más profundo, como lo es el fenómeno de la creación literaria. Lo loable de la obra es que logra que la línea divisoria entre las dos instancias narrativas terminse siendo muy difusa y que solo al final, en los últimos diálogos, se temrine haciendo visible. Lo curioso es que nos encontramos con una pieza en la que, además de la notoria influencia Brecht y Pirandello, no podemos dejar de pensar en la impronta de Niebla de Unamuno. Sobre todo en las dos últimas páginas donde el autor comienza a evidenciar el sentido real de la posición desde la que está hablando.   


“Resistencia a la locura”, es la última obra del libro. La historia está centrada en Fer y Pablo, quienes se encuentran unidos por la infelicidad que inunda a sus propias familias: Fer, por una relación atípica con claros tintes neuróticos; y Pablo, debido a su secreta opción sexual. Ambos se encuentran sumergidos al límite de la locura, ya sea por la presión de casa o por la que existe fuera de ella, razón por la que  Pablo decide declarar su amor a Fer.

El eje de la obra girará en aquellas dos relaciones dañinas, ya sea por medio de una 

transgresión física (Pablo), o por  el sometimiento a una transgresión sexual (Fer). De las tres obras, es precisamente ésta la que solo se preocupa en querer contar una historia, razón por la que posiblemente no termine cayendo en cuestiones aleccionadoras ni en transgresiones de instancias narratológicas que intenten lograr un asombro.

 

Otro punto característico de la obra de Pinedo es que las tres piezas mantienen un constante puente comunicativo que no se refiere a la marginalidad que sostiene el autor en su prólogo, sino al papel que cumple la mujer en las tres piezas de teatro, siendo ellas el centro de la marginalidad pregonada en el prólogo. Ellas aparecen relacionadas con personajes hasta cierto punto misóginos; ya sea Julián,  Autor, Fer o Pablo, en todos estos puede detectarse cierto desprecio hacia sus parejas o esposas que en las obras desarrollan de forma más o menos constante la siguiente estructura:

- Julián, por el rechazo que siente Esperanza por su hija.
- Autor, porque Mar lo dejó y rehízo su vida.
- Fer, por un trauma infantil de Elvira que les dificulta la vida en parejas.
- Pablo, por poseer otra opción sexual que le hace ver la vida hecha junto a Magdalena como lo que le imposibilita ser feliz.

Lo curioso del asunto es que dicho desprecio inicial, en todos estos personajes, termina mutando hacia otro tipo de desprecio: el sexual. Ya sea por traición, en el caso de Esperanza; por liberación sexual, en el caso de Mar y Elvira; o por transgresión, cuando Magdalena decide cercenarle los genitales a Pablo, lo cierto es que es precisamente a través de estos (traición, liberación y transgresión) que la mujer puede hablar y salir de dicha marginalidad, no obstante, siendo condenada casi al instante, pues pasa de victima a victimaria. Como en el caso de Julián, que en el momento en que se entera de la traición de Esperanza, se da inicio a la matanza; o en el de Fer, cuando Elvira decide vengarse a través de una serie de aventuras sexuales que termina llevándolo hacia la locura y su posterior muerte.

Una posición muy interesante, que seguramente algún trabajo posterior sobre la obra de Pinedo, decidorá profundizar.


En conclusión, 3 barras; una mujer y un tabique roto es una obra  recomendable, aunque con ciertos desgastes a nivel narrativo y con ciertas deudas que, seguramente, el autor terminará saldando en sus próximas publicaciones, pero que en definitiva el lector o espectador no debería dejar de leer o presenciar en alguna de las puestas de escena de Max Pinedo.

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