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Reminiscencias de Tarata:

El relato del terror

Por Luis Vara Marín

 

INTRODUCCIÓN

La sociedad limeña ha decidido a través de los años hacer de Tarata el recuerdo paradigmático de la guerra interna que vivimos en contra de los grupos armados. Este recuerdo también simboliza lo indolente que fue la capital con las provincias hasta que el coche bomba le enrostró la realidad. La memoria de la sociedad limeña y los individuos que la componen decidieron interiorizar ese recuerdo más que ningún otro para explicarse cómo fue la llegada del terror a la capital. En este punto nos preguntamos ¿qué pasa con la memoria de los individuos y las comunidades cuando pasa el terror de una guerra? ¿De qué manera un hecho traumático se recuerda más que otros y cómo se convierte en símbolo de aquella época? El presente artículo busca dar respuesta a estas cuestiones teniendo como eje central el atentado de Tarata acontecido el 16 de julio de 1992. Para ello en primer lugar describiremos y ubicaremos históricamente el acto terrorista, tratando de definirlo y aplicando algunos conceptos sobre la memoria y el olvido en las sociedades planteados por Elizabet Jelin y el psicoanalista y sociólogo Néstor A. Braunstein. Luego buscaremos el significado del atentado de Tarata partiendo de dos lugares de la memoria/olvido, como son: el monumento (estela y pileta en homenaje a las víctimas) colocado en la calle Tarata, lugar del atentado, y la muestra fotográfica "Yuyanapaq: para recordar" que es una exposición que narra el conflicto interno que vivió nuestro país entre los años 1980 y 2000. Para finalmente evidenciar de qué manera se fue construyendo el recuerdo sobre el atentado de Tarata en la memoria ciudadana.

 

I. EL ATENTADO1

El 16 de julio de 1992 se perpetró, uno de los atentados más terribles y significativos para la nación peruana. Un coche bomba fue colocado con casi una tonelada de dinamita en una pequeña calle miraflorina, estallando a las 9 de la noche y dejando un saldo de 22 muertos, más de 100 heridos, cientos de viviendas destruidas y millones de soles en pérdidas materiales. El día elegido para el ataque fue el jueves 16 de julio y su blanco era la agencia del Banco de Crédito del Perú de la Avenida Larco. Durante el día, el contingente senderista de Lima realizó ataques menores contra comisarías y entidades financieras con el objetivo de dispersar a las fuerzas policiales y conseguir el camino libre para perpetrar el hecho. Los diversos medios de comunicación, entre ellos los periódicos y la televisión de la capital realizaron una gran cobertura.

 

La condena internacional por los hechos ocurridos no se hizo esperar. Los medios de comunicación transmitieron al mundo las imágenes dramáticas de un edificio humeante y en ruinas y decenas de personas ensangrentadas que eran evacuadas. El recuerdo del padre desesperado llamando a su hijo, o el relato de la madre que buscaba en los escombros la pierna que su hija había perdido, se convirtieron en el símbolo de la mutilación que había sufrido la ciudad de Lima. Pero la principal repercusión ocurrió en el propio país, y en especial en ciertos sectores de la sociedad limeña hasta ese momento distantes de la violencia subversiva, que en los Andes y la selva venía provocando la muerte de miles de compatriotas. El atentado en Tarata no solo nos transporta al momento más crítico de la lucha armada, sino que, además, en la memoria selectiva de los limeños, representa la llegada de los terroristas a la capital. Los lugares de la memoria relacionados a Tarata hacen posible una reflexión sobre la racionalidad que ha hecho de este atentado un evento tan significativo para los limeños, como lo veremos a continuación.

 

II. LUGARES DE LA MEMORIA / OLVIDO

1. El monumento a las víctimas de Tarata

El monumento a las víctimas de Tarata fue erigido en la misma calle del atentado, específicamente a unos metros dónde el auto explotó. Su construcción e inauguración, el 16 de julio de 1994, fue llevada a cabo por el entonces alcalde de Miraflores Alberto Andrade Carmona (gestión municipal: 1990 a 1996). Originalmente dicha construcción solo estuvo conformada por una estela, de unos tres metros y medio de altura y un metro de ancha aproximadamente, con una placa recordatoria en cada uno de sus lados. La primera placa contiene un hermoso mensaje de Juan Pablo II, donde se convoca a los destructores de la vida a reflexionar sobre sus actos.

 

 

 

 

 

 

La segunda placa de la estela rebautiza todo el lugar como el paseo de la solidaridad y contiene un breve pero poderoso mensaje que resume su esencia: "aquí nació un Perú unido y solidario por la paz".

 

 

 

 

 

 

Desde este lugar de la memoria el atentado es asumido como el punto de quiebre de todo el país. Marca un antes y un después en cuanto a la unión y a la solidaridad que la nación demanda a todos sus habitantes. Este monumento, años después, fue remodelado en la gestión del alcalde Manuel Masías, agregándole una pileta y siendo reinaugurado el 16 de julio del 2009, generándose una disputa2 por la memoria de las víctimas. En este lugar, año tras año, se conmemora la memoria de las víctimas del atentado, en una ceremonia dirigida por el alcalde, cuya concurrencia es principalmente miraflorina, y los invitados especiales son los sobrevivientes del atentado.

 

 

 

 

 

 

 

En esta placa se describe el impacto que tuvo en la sociedad el atentado. Se señala cómo es que Tarata marcó un punto de quiebre, ya que, por primera vez, los sectores medios y altos de Lima sintieron en carne propia los efectos de un conflicto armado que ya había cobrado miles de vida de peruanos en el interior del país. Luego se pueden apreciar las fotografías que fueron tomadas en el lugar del atentado y que circularon en los periódicos y medios de comunicación de aquellos años. En este sentido, la muestra fotográfica de Tarata articula dos elementos importantes que han sido interiorizados por los ciudadanos y que desarrollaremos a continuación.

 

El primero de ellos es la conciencia que se creó, desde los medios de comunicación televisivos y escritos, sobre Sendero Luminoso y el terrorismo: amplias coberturas televisadas reforzadas por las imágenes de la zona devastada, la gente ensangrentada o el padre buscando a su hijo en los escombros. El segundo elemento articulado tiene que ver con lo que Tarata significó, ya que se asume que hizo sentir por primera vez en carne propia a los limeños el conflicto armado que ya había cobrado miles de víctimas en las zonas rurales. Cuestión que muchos rebaten en la medida que Lima ya venía siendo azotada por el terrorismo desde años atrás con los perros ahorcados en la avenida Abancay, los cobros de cupos a los empresarios, los asesinatos selectivos, o las bombas puestas en diferentes comisarias. Recordemos que el mismo día del luctuoso hecho de Tarata se realizaron otros atentados en la zona sur de Lima, y que ese mismo año hubo más de cincuenta atentados en todo Lima, sin contar los perpetrados en años anteriores. Nuevamente surge la cuestión de porqué solo el recuerdo de Tarata perdura, de cierto modo, en la memoria colectiva de los limeños. Qué hizo que este recuerdo fuera tan poderoso ¿La cobertura de los medios de comunicación será la única respuesta posible? En este punto consideramos que existió un tercer elemento que articuló a los dos anteriores y que desarrollaremos en el siguiente apartado.

 

II. RELATO Y RECUERDO EN TARATA

En la memoria de los limeños el atentado en la calle Tarata marca un antes y un después en la percepción de lo que sucedió durante los años de la guerra interna. La indolencia y el violento despertar generaron un trauma que a la vez se proyectó como la metáfora del duro reaccionar de la capital hacia la realidad. En este punto nos preguntamos ¿cómo fue que el atentado de Tarata se fue convirtiendo a través de los años en el símbolo de la indolencia limeña? y ¿en qué sentido esta explicación contribuyó a entender la guerra interna como producto del racismo y la indiferencia hacía nuestros compatriotas provincianos? Aunque el atentado de Tarata fue uno de los muchos atentados perpetrados en Lima, fue justamente este el que se interiorizó y el que produjo un real trauma en la memoria de las personas. Elizabeth Jelin dice al respecto:

 

La memoria como operación de dar sentido al pasado. ¿Quiénes deben darle sentido? ¿Qué pasado? Son individuos y grupos en interacción con otros, agentes activos que recuerdan, y a menudo intentan transmitir y aun imponer sentidos del pasado a otros (…) Para quienes vivieron un evento o experiencia, haberlo vivido puede ser un hito central de su vida y su memoria. Si se trató de un acontecimiento traumático, más que recuerdos lo que se puede vivir es un hueco, un vacío, un silencio o las huellas de ese trauma manifiestas en conductas o aun patologías actuales (y, las menos de las veces, un simple «olvido») (Jelin 2001: 13- 14)

 

La memoria de los limeños, en este caso, le ha dado un sentido a sus recuerdos, donde Tarata ocupa un lugar central y muchas veces no somos capaces de recordar que aquel mismo día hubo cuatro atentados más en la zona sur de Lima, o que en dicho año Sendero Luminoso planeó y llevó acabo más de cincuenta atentados, cientos de asesinatos y ajusticiamientos públicos como en el caso de la dirigente de Villa el Salvador María Elena Moyano. Quién o quiénes y en qué momento decidieron que el atentado de Tarata se convirtiera en el recuerdo icónico de aquellos años. Un conocido periodista en su columna del 16 de julio del 2013 decía al respecto:

 

Entre las secuelas existe una que me hace hervir la sangre: la leyenda que tiraron los caviares sobre que "Lima fue indiferente al terrorismo hasta Tarata" y que más de un imbécil repite para hacerse el interesante. ¡Esa es una falsedad descomunal! La ciudad ya había sufrido una multitud de atentados, y soy un testigo vivo de la época de cómo el terrorismo ya era la preocupación principal del limeño promedio. Cuando escuchen ese dislate, callen al descerebrado que ose afirmarlo.

 

Para el periodista, como para muchas personas que fueron testigos vivos de la época, la idea que Lima fue indiferente al terrorismo es solo una leyenda inventada por los caviares y que, además, se repite hasta el punto que casi es una verdad para descerebrados. Consideramos que el atentado de Tarata y la manera cómo lo hemos interpretado y asumido está sustentada en la narración construida por los sobrevivientes. Es justamente en este punto que aparece el tercer elemento antes señalado: la memoria de los sobrevivientes. Esta jugó un papel fundamental en la medida que Tarata se convirtió en un recuerdo paradigmático a través de los múltiples relatos que le iban dando forma a los recuerdos, mostrando las huellas de la mutilación real y simbólica del lugar. Jelin dice al respecto:

 

Lo que el pasado deja son huellas, en las ruinas y marcas materiales, en las huellas «mnésicas» del sistema neurológico humano, en la dinámica psíquica de las personas, en el mundo simbólico. Pero esas huellas, en sí mismas, no constituyen «memoria» a menos que sean evocadas y ubicadas en un marco que les dé sentido (Jelin 2001: 11)

 

Consideramos que se ha interiorizado en la sociedad la idea de la indolencia y el abrupto despertar porque con el atentado de Tarata sufrimos como sociedad un traumatismo o lo que los psicoanalistas llamarían una neurosis traumática. Néstor A. Braunstein refiriéndose a los traumas sociales y el inconsciente señala que:

 

El evento, no importa cuán inesperado o cuán dramático, no es lo que explica esa "enfermedad" que se dio en llamar "neurosis traumática", no es su agente causal, sino que, por el contrario, son las neurosis y el sufrimiento anímico con sus manifestaciones en el discurso, los que deben explicar por qué algo que sucedió llegó a ser un traumatismo (Braunstein 2012: 113).

 

Es decir, un traumatismo no se forma solo por el mero hecho de la existencia de un hecho trágico; como un atentado, secuestro, asesinato como los muchos que hubo en aquellos años. Sino que tiene que tener una existencia en el relato, en el testimonio, en los sobrevivientes, en el discurso. Luego el psicoanalista agrega que:

 

Traumatismo no es, en consecuencia, lo que acarrea la muerte o la "herida" del cuerpo o del espíritu sino lo que hace del sujeto una víctima y un sobreviviente, alguien que ya pasó por la muerte y sin embargo ha de continuar viviendo, alguien que se instala en el espacio entre dos muertes (Braunstein 2012: 115).

 

Esta aseveración nos sirve para asumir que cualquier hecho traumático se concibe como tal a partir de los sobrevivientes, y es justamente este elemento el que diferencia y hace significativo el atentado de Tarata en comparación de otros terribles actos subversivos. El atentado de Tarata se instala en la conciencia colectiva de los limeños a partir de los testimonios y la cobertura mediática que tuvieron los sobrevivientes, quienes relataron sus experiencias a través de los diversos medios de comunicación de la época, e inclusive lo siguen haciendo en cada acto conmemorativo que se realiza y en diversas entrevistas. Por ejemplo la niña Vanesa Quiroga Carvajal, de doce años de edad, que fue una de las sobrevivientes símbolo del atentado relata lo siguiente:

Estaba en una esquina del Jr. Tarata con mi mamá, que trabajaba de ambulante, cuando se escuchó una detonación. Sin embargo sólo se rajaron las lunas. Luego llegó lo peor. Se vio una luz y se dejó sentir la segunda explosión. Todo se quebró, mi mamá gritó -coche bomba- y al instante me cargó y me alejó algunos metros. Recuerdo cómo la gente corría de un lado para otro, ensangrentada y gritando. Horrible. En eso le dije a mi mamá que me dolía la pierna. Fue entonces que ella dio un grito. Mi pierna no estaba, había volado. Mi mamá corrió en busca de mi pierna para colocarla en su sitio pero no la encontró. Me llevaron al Hospital Casimiro Ulloa y meses después los doctores me colocaron una prótesis. Sabe, ya no tengo pesadillas como antes, sin embargo a veces todas esas horrorosas imágenes aún dan vueltas en mi cabeza.

 

Los más de 200 sobrevivientes conformaron las voces que fueron estructurando el relato, o la leyenda, como algunos periodistas dirían, que se asume hasta el día de hoy como la historia del terror. En este caso la mirada al pasado no es nunca consoladora, sobre todo si la huella del horror es tan evidente en el aspecto físico y psicológico. La angustia expectante y premonitoria de una nueva catástrofe, la fijación de la memoria y del discurso alrededor de un suceso doloroso, el revivir sin tregua momentos de insoportable dolor. Braunstein afirma que:

 

Del trauma, el sujeto es un sobreviviente. Un muerto que estuvo a punto de llegar a ser pero que sigue iviendo. Uno que vive después de cuando le "tocaba vivir" (...…)El trauma al que se ha sobrevivido corta la vida en dos: antes y después. Solo que quién respira después no es el mismo que respiraba antes (Braunstein 2012: 133)

 

Las víctimas sobrevivientes, articularon un antes y un después en sus vidas, como dice el psicoanalista social. El discurso estructurado y transformado en un gran relato con cada uno de sus recuerdos es parte del duelo. Es el deber que asumen ellos por la memoria de los que ya no tienen voz. No había manera de conocer el verdadero dolor que causaban los terribles atentados hasta que más de 200 sobrevivientes pudieron ser escuchados. Simbólicamente las víctimas siguen viviendo y clamando en los relatos de los sobrevivientes y nosotros los receptores lo hemos asumido como tal. Dichos relatos son los que han transformado el recuerdo del atentado de Tarata en un gran relato, en una gran leyenda, en el paradigma de la lucha que nos tocó vivir. La memoria en este punto se entiende como una construcción social narrativa. Elizabeth Jelin dice al respecto:

 

La memoria como construcción social narrativa implica el estudio de las propiedades de quien narra, de la institución que le otorga o niega poder y lo/a autoriza a pronunciar las palabras, ya que, como señala Bourdieu, la eficacia del discurso performativo es proporcional a la autoridad de quien lo enuncia. Implica también prestar atención a los procesos de construcción del reconocimiento legítimo, otorgado socialmente por el grupo al cual se dirige. La recepción de palabras y actos no es un proceso pasivo sino, por el contrario, un acto de reconocimiento hacia quien realiza la transmisión (Jelin 2001: 15)

 

No recordamos en realidad la indolencia de los limeños frente a las muertes de nuestros compatriotas en las provincias, sino recordamos las experiencias de los sobrevivientes del atentado de Tarata y las imágenes que las acompañaron. Que finalmente fueron los elementos que construyeron nuestros recuerdos en ese gran relato social.

 

PARA LA REFLEXIÓN

Mediante un oficio fechado el 8 de junio de 2009 la Municipalidad de Miraflores emitió al Congreso de la República una iniciativa legislativa denominada: "Ley que condona los intereses y moras derivados del endeudamiento contraído por los afectados del atentado terrorista de la Calle Tarata", con el objetivo de buscar merecidamente el beneficio de los deudos de las víctimas del cruel atentado terrorista. Esta breve noticia demuestra que de diversas maneras las heridas físicas, psicológicas y hasta económicas no han cerrado y tal vez nunca lo hagan.

 

La memoria y el olvido en estos periodos traumáticos juegan un papel fundamental en la sociedad porque nunca será agradable recordar las atrocidades cometidas por Sendero Luminoso; sin embargo, es necesario hacerlo ante el alarmante desconocimiento que tienen muchos jóvenes sobre el accionar de ese sanguinario grupo terrorista que enlutó a todo el Perú. El presente artículo ha tratado de demostrar que a diferencia de otros atentados, Tarata se ha mantenido de cierto modo en la memoria de la sociedad porque existió un número considerable de sobrevivientes que con sus relatos de sobrevivencia estructuraron un gran relato social del atentado, que es el elemento fundamental para asumir que un hecho fue traumático. Pero ¿qué sucede con los atentados y crímenes que no dejan sobrevivientes? ¿Están condenados al olvido social? Tal vez nos toca como sociedad profundizar nuestro conocimiento de estos años de terror con la luz que la distancia histórica nos pueda dar.

 

 

1. Para la elaboración de este apartado se ha usado información de los siguientes sitios web:

http://www.paraquenoserepita.org.pe

http://mapeodesitiosdememoriaperu.blogspot.com

http://espaciodememoria-rvp.blogspot.com

http://es.wikipedia.org/wiki/Atentado_en_Miraflores_de_1992

http://proyectomonumenta.blogspot.com

http://www.micromuseo.org.pe

 

2. Con respecto a la disputa por la reinauguración del monumento ver información en:

http://micromuseo-bitacora.blogspot.com/2010/06/batallas-por-la-memoria-v-alcalde-de.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

- BENJAMIN, Thomás. "La revolución hecha monumento" Historia y grafía 6 (1996): 113- 139.

 

- BRAUNSTEIN, Néstor A. La memoria del uno y la memoria del otro: inconsciente e historia- Siglo XXI Editores 2012, México.

 

- JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria, Siglo Veintiuno editores, España 2001.

 

- LAZZARA, Michael J. "Tres recprridos de Villa Grimaldi" en Elizabeth Jelin y Victoria Langlang (comps.). Monumentos, memoriales y marcas territoriales, 127- 147. Madrid: siglo XXI, 2003.

 

- MARIATEGUI, Aldo Mariátegui. "Paichile" Diario Perú 21, Columna Ensayos impopulares. Lima, Perú. Miércoles 17 de julio del 2013.

http://peru21.pe/impresa/paichile-2140535

 

- McCARTHY, Ana María. "Partes de la Guerra I: Memoria del Olvido" Portal Micromuseo: Al fondo hay sitio. Consulta: 25 de junio del 2013

http://www.micromuseo.org.pe/rutas/habanamemoriadelolvido/atentado.html#

 

- REÁTEGUI, Félix (Coord. de la investigación) Los sitios de la memoria: Procesos sociales de la conmemoración en el Perú, Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP) con apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, Perú, 2010

 

- SZURMUK, Mónica y MCKEE, Irwin (coords) Diccionario de estudios culturales en Latinoamericanos, Siglo XXI Editores. México, 2009.

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