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La escena y el crimen revisitados en

Los asesinos de Banchero

Por Alejandro Mautino Guillen

Etiqueta Azul. Huaraz, 2013, 102pp.

Acaba de publicarse Los asesinos de Banchero (Etiqueta azul, 2013) de Ludovico Cáceres Flor, libro que nos recuerda uno de los crímenes más sonados de la segunda mitad del siglo XX de nuestro país, y que develó el mediocre y nada autónomo funcionamiento del sistema judicial correspondiente a los años del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Esta novela confirma, así, una vez más,  la predilección de Cáceres por el tópico de la muerte y la incidencia en ciertas técnicas periodísticas ya desarrolladas en sus anteriores novelas.

 

En Los asesinos… la muerte se articula como una isotopía tensional que se va desenrollando a lo largo de toda la historia. Esta, insinuándose desde la amenaza al joven periodista Jesús Torres por el coronel Alejandro Espinoza, aparece cuando Celeste lee el periódico con el titular "Banchero fue cruelmente asesinado por su jardinero", focalizándose luego en el asesinato de Celeste como represalia ante el robo de documentos confidenciales; se muestra, luego, en el develamiento de la identidad de Klaus Barbie como sinónimo de muerte (se trata pues del "Carnicero de Lyon"); aparece en la narración de sucesos en los campos de concentración nazi que Fernando Jacobi devela al periodista Torres; en el asesinato de Banchero; en las conversaciones que Velasco Alvarado tiene con  Klaus Barbie; y, finalmente, en el asesinato del joven periodista Jesús Torres. Como observamos, la presencia de la muerte es una constante, apareciendo no solo como evento fáctico, sino como noticia, suceso, amenaza, memoria, etc.

 

Por otro lado, la novela de Cáceres Flor mimetiza ciertas situaciones, diálogos y tramas que ya han aparecido más ampliamente descritas y narradas en El caso Banchero de Guillermo Thorndike. Existen, pues, muchas similitudes entre ambas novelas; aunque Cáceres, en algunos momentos, explora con mayor detenimiento en la implicancia de Klaus Barbie en el asesinato de Luis Banchero Rossi; mientras que Thorndike, hábilmente, prefiere no pasar de insinuar los hechos y episodios, dejando cabos sueltos y datos escondidos que el lector tendrá que completar.

 

Así, por momentos parece percibirse que en la historia de Cáceres se describe una trama narrativa que no deja ni los huesos para el lector. El narrador, pues, intenta decirlo todo (y lo hace de principio a fin) sin dejar cabos sueltos, enigmas, biografías, pistas o datos escondidos que puedan generar en el lector una expectativa o un problema. Probablemente, como señala Cronwell Jara en el prólogo, no se sabe "hasta qué grado él [Cáceres Flor] se expone a estos riesgos en búsqueda de su verdad" (Pg. 11), ya que, desde el inicio, se anticipa ya el final trágico del joven periodista, Jesús Torres, y de su voluptuosa compañera, la bailarina de cabaret Celeste. Probablemente el olfato periodístico triunfe, muchas veces, en perjuicio de una descripción más literaria, más ficcional, en la novela.

 

Por otro lado, señalábamos al inicio que existe en Cáceres cierta predilección por la temática de la muerte, sin embargo, esta carece de una dimensión profunda y reflexiva que indague más allá de los hechos realistas, adoleciendo, además, de personajes carentes de una problemática psicológica. Así mismo, encontramos agotadas ciertas posibilidades técnicas ya desarrolladas y enmarcadas desde Asalto en el cielo (2007) y Rosas para Haydee (2011); quizás habría de reforzar la trama narrativa desde la misma ficción y no en predominancia de la documentación. Queda, pues, la impresión de que, al igual que en muchas novelas de este tipo, al autor le apasiona y le gana su estilo periodístico, desatendiendo el nivel ficcional y técnico de la novela. Hay, no obstante, por momentos, una intención de pulir el lenguaje y refinar el suspense narrativo que me parece una interesante vía para proponer un giro más ambicioso a diferencia de los textos anteriores.

 

Por lo que queda decir Los asesinos de Banchero es una novela que explora en las pistas de los asesinos del magnate Luis Banchero Rossi, pero, más que deberle a Truman Capote o Ernest Hemingway, parece que la novela guarda grandes deudas con la obra narrativa y periodística de Guillermo Thorndike. Por otro lado, uno de los méritos indiscutibles de la obra es la valentía que ha tenido su autor para reescribir una documentación novelada teniendo ya en frente a una extraordinaria novela como El caso Banchero de Guillermo Thorndike que, por decirlo de algún modo, es la novela peruana que epigoniza la perspectiva técnica de "el gran reportaje" ya planteada por Tom Wolfe.

 

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