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Las almas también penan por amor

Por Gabriel Delgado

Pakarina editores. Lima, 2011, 78pp.

Las almas también penan por amor (Pakarina, 2011) de Eber Zorrilla (Masin, Huari, 1982) no es una publicación exactamente nueva, sino la cuarta edición de su primer (y de momento, único) libro de relatos, que, no obstante, desde su primera publicación, en el año 2007, ha venido dando indicios de un interesante potencial técnico y temático, presente en cada uno de los once cuentos que componen esta última edición.

 

Sería ocioso redundar desarrollando íntegramente los ejes temáticos tocados ya lúcidamente en los textos prologales de Macedonio Villafán (UNASAM) y Edith Pérez (UNFV), no obstante, quisiéramos destacar los concernientes a la particularidad de las representaciones del mundo andino que Zorrilla construye. En este sentido, para Villafán será característico el acontecer constante de los sucesos mágicos, no recurriendo a estos "con un simple afán de exotismo", sino como elementos que, "antes bien, constituyen la sustancia de una forma de conciencia, el producto de una mixtificación forzada por la inserción del pensamiento occidental popular que ha posibilitado la conquista y la colonización europea" (Pg. 14).

 

Así, en concordancia con esto, Pérez destaca la representación del mundo andino a partir de "una mirada tierna pero no cándida" (Pg. 17), es decir, a partir de una construcción que no busca elaborar idílicamente el espacio, sino el plasmarlo bajo "una mirada crítica al contacto de esta (sic) con la modernidad" (Pg. 17), todo esto, sin embargo, sin dejar de lado un explícito marco de representación concordante al de la ideología andina.

 

Esto último se encuentra fuertemente expuesto en "El secreto de la tía Inés", relato que trata del cómo una pareja de jóvenes enamorados, el narrador y Hermelinda, hacen creer accidentalmente a la tía de Hermelinda, Inés, que estaba embarazada, al intercambiar la muestra de orina que les había encargado llevar al médico con la de su sobrina, que derrama accidentalmente la suya. En este relato, pues, aparecerá el chusek (ave de mal agüero de incidencia constante en todos los relatos) como una manifestación natural de un devenir trágico, asimilada como una explicación racional dentro de los marcos referenciales de la ideología andina.

 

Así mismo, la confrontación de esta racionalidad con lo moderno, aunque presente en todos los relatos, puede ser observada claramente en "Por falsa, esquiva y jugadora", relato que desarrolla el tópico de la migración hacia la capital (Lima), escenario donde el protagonista, Juan, encontrará un trágico final; rebelándose su viaje como un escape tratando de olvidar el crimen que perpetúo contra su amada Olinda y su amante.

 

Por otro lado, el tópico que desde el título se anuncia como central y aglutinador del texto, es la "imposibilidad del amor", llevado este al punto de continuar atormentando a los que lo sufrieron más allá de la vida terrenal, en la muerte. El amor, así, en casi todos los relatos (exceptuando "Me bastó un traguito nomás", "Teresita", "Ellas se entregan hasta morir" y "¡Torcacita del Puchka!", en los que la muerte es omitida por la anécdota o el sufrimiento constante de alguno de los personajes), se deberá a la mujer, siendo representada como infiel, traicionera, soberbia, ingrata, etc., haciendo sufrir al hombre hasta hacerlo llegar, en algunas ocasiones, al crimen pasional.

 

Esto, sin embargo, no debe interpretarse como una actitud misógina, sino en función a la racionalidad que orienta a los relatos. Los cuentos, fieles a la racionalidad andina regida por los principios lógicos de "relacionalidad, correspondencia, complementariedad y reciprocidad" (Pg. 18) muestran el máximo nivel de tormento al que puede llegar una persona a través de la imposibilidad de encontrar esa armonía con su par espiritual, la mujer. Es decir, que las historias son fieles a esa concepción del mundo, problematizándola al plagarla de elementos modernos (como el Estado, representado por la policía en "Así fue, señor", o la ciudad en "Me bastó un traguito nomás"), confrontándola y haciéndola partícipe de esta, subsistiendo a través de un entramado complejo que las hace participes de una realidad sola, pero heterogénea y, hasta cierto grado, contradictoria (parafraseando las tesis de Antonio Cornejo Polar).

 

Finalmente, es necesario comentar que, no obstante la pericia de Zorrilla al momento representar la realidad en ficciones, este falla constantemente en algunos elementos a nivel del contenido de las historias (¿Por qué el protagonista de "Así fue, señor" se entrega a la policía si no se siente culpable?) y el uso innecesario de algunos tropos que no hacen sino interrumpir el desarrollo de la diégesis, que tiende a ser fluida y rápida en función de los rasgos orales del narrador homodiegético (sobre todo la metáfora y el símil, como en el caso de: "La abracé fuerte como si el mundo se fuera a terminar" (Pg. 38), "como si fuera un misterio" (Pg. 42), "como si en ese trago bebiera todo lo que he sufrido" (Pg. 48), etc.).

 

Lo indicado, no obstante, no opaca la calidad estética del trabajo de Zorrilla, de quien esperamos tener prontas noticias, pues hace ya mucho que un nuevo trabajo suyo se hace esperar.

 

 

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