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El navegante periférico en busca de un puerto en Naufragios

Por Max Orlando Pinedo Yahuana

Vivirsinenterarse. Lima, 2011, 84pp.

Resulta casi imposible leer a Danny Barrenechea en sus Naufragios y no sentirse parte de ese buque que zarpa, nostálgico, a extraviarse, no en el mar, sino en los voraces kilómetros de asfalto de la Panamericana Norte, que separa la ciudad, casi antagónicamente, entre individuos de aquí y de allá. Este poemario explora dos mundos en contraposición: el oficial y el marginal; espacios en los cuales el enunciador lírico se enfrenta sin armas, expresando su desencanto, su resignación, su soledad y/o su inconformidad, según la situación por la que transita en su condición de migrante: náufrago en la ciudad que abre sus fauces para devorarlo si no se adapta.

 

Estructuralmente el poemario se divide en tres partes tituladas "Pecios"1, antecedidos estos por un "Naufragio". Así mismo, internamente los pecios se subdividen en poemas llamados "Responsos", precedidos por pequeños poemas en prosa llamados "George en Galápagos enamorado"2.

 

El texto debe ser entendido como una estética que busca adaptarse a las irrupciones de la posmodernidad, es decir, como una búsqueda por amalgamar y producir nuevas formas de enunciación a partir de un lugar no canónico, este ejercicio hace que el autor profundice más en la búsqueda de nuevas herramientas del lenguaje que le permitan expresar adecuadamente determinada sensibilidad en el texto.

 

El autor encuentra precisamente esas herramientas en lo cotidiano, en el habla local, en la oralidad; valga decir que su búsqueda no es la expresión, sino el carácter emotivo que imprime a las palabras, esto lo sentimos desde el inicio cuando nos presenta la imagen del hogar que nos expulsa para buscar la vida: "El olor de los huevos friéndose en la cocina entraba tímidamente a mi habitación. Colgada en la silla mi camisa recién planchada, es muestra de mi condena de hoy: Trabajar" (Pg. 11).

 

El tópico del desencanto, del sujeto que no acepta su estilo de vida pero que, sin embargo, tiene que encontrar en algún punto la certidumbre necesaria para seguir existiendo, se siente cuando el poeta se ve reducido por la ciudad a una forma parasitaria, y esta metamorfosis lo sitúa en un espacio marginal: "[…] hunden mi cabeza al asiento y me hacen sentir hombre de otros tiempos. Cándido juglar, atrapado en esta ciudad que me aplasta contra el asfalto como cucaracha, que se limpia el culo con mis versos y me los regresan más bellos aún" (Pg. 11).

 

Pero el lugar desde donde se enuncian los poemas no los empobrece ni en intensidad ni en ritmo, sino que, por el contrario, los enriquecen y, una vez que logran el equilibrio adecuado, dejan el camino sin obstáculos para que expresen su discurso: la legitimación del espacio. Un espacio que, paradójicamente, a veces resulta ambiguo. No obstante, esta ambigüedad permite la transgresión y mutación hacia muchos lugares de la memoria en un vaivén de recuerdos y nostalgias: "Como el viento que acribilla los parabrisas de mis ojos, como la escarcha de nieve que se mete por mi nariz" (Pg. 25), de la city y sus calles: "tenues frías/calientes, olvidadizas y olvidadas" (Pg. 27), o de la soledad mezclada con despecho amoroso y este, a su vez, con insatisfacción, con ciudad: el poeta está enfermo de Lima; un padecimiento que ataca sobre todo a los migrantes, a sus hijos, y a todo aquel que se sienta como tal.

 

El poeta no pretende, con este estilo, formar parte del discurso tradicional, sino legitimar el suyo y comenzar a construir una nueva forma de expresión, y para esto le basta con ser un "juglar de combi" (Pg. 17.) que "salió de las entrañas al norte de Lima y vomitar de sus venas autos, buses y combis" (Pg. 53), es decir, "un poeta sin verso bonito" (Pg. 55). Todo lo contrario,

él se considera "la parte recortada de la foto o […] el tipo que paga la cuenta/ George en Galápagos, enamorado" (Pg. 57), que no escribe versos bonitos, sino que los vomita.

 

El autor dialoga constantemente con su entorno y lo hace poético. Gracias a esto rescata de la nada a algunos elementos que la poesía tradicional ignora, como, por ejemplo, el pregonar de los cobradores de combi. En Naufragios no nos encontramos con una travesía en altamar, sino con una en el asfalto de la Panamericana Norte:

 

En el km 17 de la Pan. Norte dos niños juegan con los cuernos de la Muerte […] En el km 20 de la Pan. Norte tres entrañas no han podido llegar a casa […] En el km 24 de la Pan Norte unas piernas astilladas han caído por última vez […] En el km 30 de la Pan. Norte unos párpados caídos calientan el asfalto (Pg. 14).

 

Por lo señalado, Naufragios es un poemario a todas luces contestatario e inconforme que no busca un espacio para gritar, sino que grita a medida que camina y su eco se oirá en el futuro cuando ya no sea la indiferencia o el narcisismo los defectos que devoren la conciencia de nuestras letras.

 

1. Pecio: Restos de una nave hundidos total o parcialmente en una masa de agua (mar, río, lago, etc).

2. George (Tortuga gigante de la isla Galápagos, fue el último ejemplar conocido de la especie, que murió sin dejar descendencia) es una alegoría de su soledad.

 

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