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El despistaje

Alejandro Mautino

Por Por Danny Barrenechea León

Cuando empezamos a construir la idea de lo que sería Distopía Literaria, nos abordaban emociones encontradas. Por un lado, la satisfacción de prestar debida atención a lo que no se mira ni de soslayo; y por otro, el darle voz a quien con justo talento se lo ha ganado. Por eso la sección de entrevistas debía ser con toda justicia un “altoparlante” donde los escritores jóvenes de prometedora proyección puedan sentar las bases de su poética y legitimar con todo derecho su posición al respecto. Serán los lectores los que finalmente asientan o sentencien nuestra propuesta. Es por eso que consideramos un acierto extender estas páginas a un verdadero artesano de la palabra: Alejandro Mautino - finalista del último concurso de poesía José Watanabe-, quien, a todas luces, se nos presenta como una voz que se desplaza y se yergue con la soberbia que brinda la inteligencia y contra la premura del actual centralismo limeño.

 

Al revisar tu producción poética (Breve anatomía de las sombras y Dialogo de los silencios), frente a  tu segundo libro el lector se encuentra con cierta fuerza lírica un poco en desuso en estos últimos años, en los que han abundado poemas que buscan alcanzar su contundencia expresiva en una estructura larga, en el largo aliento; lo que no es el estilo de Breve anatomía de las sombras, que más bien es un poemario corto, como si más bien buscara la contundencia en la brevedad, en ser fulminante. ¿Cómo fue el proceso de concepción de este poemario? ¿El producto final de tu trabajo fue tal y cómo lo concebiste inicialmente?

 

Breve anatomía de la sombra es un poemario raro incluso para mí; ya que, curiosamente, empecé escribiendo poemas de largo aliento. Pero como señalas, en este libro se advierten versos cortos que intentan una sentencia poética. Particularmente, he leído poemas  extensos, pero creo que Breve anatomía de la sombra es una respuesta contra los poemas extensos. Es una forma de evasión de este tipo de poemas; sin que esto signifique que estos poemas que no me gusten. Una vez viajando en bus hacia Huaraz acompañado del poeta Marco Martos, este me dijo que los poetas tienen un proceso de evolución que va desde los poemas extensos hacia la síntesis de los poemas cortos, pero que mi caso era raro, porque sucede a la inversa. En mi caso, mi segundo libro posee poemas de largo aliento, y que incluso están en prosa. El proceso que tuvo Breve anatomía de la sombra es, pues, incierto; pero algunos poemas que conforman el libro los fui soltando en revistas, pero el libro como unidad y totalidad ya existía. Aunque parezca extraño, pese a la brevedad de los poemas, es un libro que me demoró más tiempo escribirlo y corregirlo, porque el poema o los versos cortos tienden a comprimir universos, ideas, conceptos, imágenes y sonidos, a través de un apretado y riguroso uso de palabras. En esencia no debe sobrar ni faltar una sola palabra. Esa fue la idea que intenté desarrollar en ese libro.

 

¿Crees haber encontrado, en la brevedad de cada poema, la respuesta a esa inquietud que te empujó a escribirlos?

 

Yo creo que sí. Es un libro al cual quiero bastante, no porque sea el primero sino porque es pese a la brevedad un texto complejo en su composición y lectura. Intenté a través de la sentencia no sembrar respuestas sino inquietudes a través del uso de imágenes y la musicalidad que me interesa bastante.

 

Algunos pensarían en haikus pero es una idea que se desvanece mientras lees el poemario…

 

Muchos identifican erradamente mi libro con los haikus, pero la relación no va por ese lado (pese a que soy gran admirador de los poetas orientales); más bien, creo que este está emparentado con la poesía prehispánica donde también encontramos versos cortos que nos remiten a la representación de un mundo mucho más amplio compilado en un puñado de palabras.

 

 Además de eso, los títulos no aparentan ser producto de una simple arbitrariedad, sino que más bien son la base primaria de la carga poética que luego desarrolla el poema en sí, ¿Crees que sin los títulos, el libro sería totalmente distinto?

 

Siempre he pensado que hay que mirar a profundidad la página en blanco, así como enseña Apollinaire. No solo interesa leer el texto del poema, sino también las entrelineas, el espacio en blanco, las distancias y, sin duda, también los títulos aportan significado al contenido del texto escrito. Por eso creo que sin los títulos los poemas de repente podrían entenderse de otro modo, pero creo también que cada lector lee de diferente modo un libro. Como dices los títulos refieren mucho del contenido de los poemas, pero por otro lado tampoco intentan un reduccionismo del poema al título. En todo caso, los títulos algunas veces refieren algún tipo de relación y, en otros, una distracción lúdica para despistar al lector.

 

¿Cuán relevante es la provincia, la sierra ancashina, dentro de los tópicos que desarrollas, como el silencio, la muerte, Dios, el amor y la poesía misma, en Breve anatomía de la sombra?

 

Creo que no hay poesía atemporal  y aterritorial. De alguna manera, ya sea directa o indirecta, se deja filtrar en la poesía ciertas huellas y marcas del espacio donde se desenvuelve dicha práctica escritural y el momento histórico que le toca vivir a cada poeta. Por ejemplo, sería erróneo leer Trilce o Cinco metros de poemas sin referirnos a la vanguardia de las primeras décadas del siglo XX. Efectivamente, en mi primer libro, hay muchas referencias sobre el espacio de la sierra ancashina que quizás no se detectan con facilidad, a diferencia de los textos modernistas, pero la idea es esa: que no se noten a simple vista los temas ni las influencias. Los temas del silencio, la muerte, Dios, el amor y la poesía misma, no son exclusividades de sociedades capitalinas, sino que obedecen a preocupaciones, angustias, misterios, dudas y respuestas de cualquier hombre que vive su tiempo en cualquier espacio del orbe.

 

En Breve anatomía de la sombra, se encuentra una clara intención de manifestar esa inquietud poética en lo no escrito, en lo que se dice entre líneas, en esa poética presente en los versos que callan, algo muy bien desarrollado en la escuela simbolista, ¿qué tan pertinente puede ser esta escritura en la poesía contemporánea?

 

Bueno, creo que la poesía en general siempre debe expresar eso. No escribirlo todo, dejar que lo no escrito también participe de un diálogo secreto. A veces el silencio ayuda más que una manada de palabras. Claro está que hay una herencia del simbolismo que perdura hasta nuestros días. No sé a ciencia cierta si sea pertinente o no, pero está presente en la poesía de Eguren, en Vallejo, en Eielson, en Blanca Varela, etc. Incluso hay estudios sobre los diversos mecanismos que presenta el silencio en un poema, pienso en el libro de ensayos  La morada del silencio de Eduardo Chirinos, que analiza bajo algunas ideas de Lisa Block de Behar (Una retórica del silencio) el silencio en varios poetas hispanoamericanos. He podido observar que el silencio no solo está en la estructura; es decir, en la disposición de las palabras sobre la página en blanco, sino también en algunas palabras que pueden ser isotopías del “silencio”. En poetas ancashinos como Marcos Yauri, César Quispe, e incluso en Juan Ojeda, aparecen estos de manera perturbante. En la poesía actual se usa mucho, pero creo que no es porque se lo hayan planteado, sino porque son recursos inconscientes en el proceso de la escritura.

 

La exploración de los símbolos, muy recurrente en tu segundo libro (Diálogo de los silencios), de alguna forma remite a aquello que no termina de estar presente en Breve anatomía de la sombra; como si fuera “el cauce mayor a donde llega el afluente”. ¿Cuánto le debe tu segundo libro al primero?

 

Mucho. Creo que si los versos de Breve anatomía de la sombra son un conjunto de ríos verbales con peces de colores, Diálogo de los silencios es su afluencia final en el mar. El primer libro, propone abrir un abanico para tomar el aire; el segundo, en cambio, propone un proceso diferente. Incluso en los motivos y temas, porque persigo otros asuntos y lo mueven otras estéticas. Pero el primer libro aporta, a mi parecer, en la construcción de metáforas, que son elementos importantes en el segundo libro; aunque, obviamente, coexistan con otras figuras de vital importancia. En el segundo, pues, me interesan las formas de diálogo que se anulan en el primer libro, de allí, pues, el título del poemario.

 

Otro elemento muy presente en tu segundo libro es cierta inquietud existencial que se construye a partir de elementos cotidianos que se desenredan en un lenguaje muy característico de tu poética: las sombras, el silencio, la muerte y el amor. ¿Estás conforme con el lenguaje empleado en este poemario?

 

El lenguaje en este segundo libro no intenta ser coloquial, pero tampoco  quiere negarle el paso dentro de la poesía. Por otro lado, tampoco intento un lenguaje refinado o de salón. Me interesa, más bien, una simbiosis entre ambos, una feliz correspondencia sin caer en lo prosaico, en lo banal, nimio o vulgar; tampoco intento caer en el academicismo, sino que busco incansablemente un tono más cercano al lector, pero evitando que esto conlleve a una pérdida de consistencia.

 

 

 

También es posible notar una tácita intención de evitar caer en la etiqueta de “poeta provinciano”, como tan despectivamente se dice de los poetas que no se desenvuelven en los “anaqueles” de la capital, o por decirlo de otra forma, de los que escriben sobre su “terruño” y no de lo cosmopolita. ¿Obedece esto a alguna intención particular?

 

La etiqueta de “poeta de provincia” es un asunto reciente. Porque sino ¿cómo explicar el que la mayoría de poetas peruanos sean de provincia? Pienso en las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX, en muchos poetas de la denominada “Generación del 50”, en algunos poetas del 60`, de los 70`. Por lo general se piensa que el poeta de la sierra va escribir siempre sobre sus cerros, sus ríos, sobre lo indígena, sobre los problemas de su zona y que su estilo tendrá una marcada tendencia hacia lo modernista, pintoresquista o folklorista; y no se equivocan totalmente, pues deben haber poetas que escriban buena poesía sobre esos temas y con esos estilos; pero, asimismo, también hay poetas que refieren a diversos temas optando por otros estilos. Pero, por otro lado, poco o nada se dice de los poetas moradores de la costa, que también suelen comete un error similar; hay muchos poetas de la costa que se exceden del uso del tema marino y de sus habitantes, pareciéndose algo a los poetas narcisistas de la sierra. A mí, particularmente, me tiene sin cuidado la etiqueta de “poeta de provincia”, ni siquiera he pensado en ese asunto en mi poesía, simplemente lo que escribo no obedece a ninguna intención particular de posición sobre las relaciones territoriales, ya que estas se han disuelto con los sistemas modernos de comunicación y globalización.

 

¿Cómo esperas afrontar tus siguientes publicaciones o qué debemos esperar nosotros de tu tercer poemario?

 

El tercer libro está terminado, pero me preocupa la corrección por lo que me estoy preocupando en pulir los textos al máximo. Me agrada que suenen bien y que las ideas y las imágenes remitan a otros mundos. Siempre intento, y es mi obsesión, que cada libro sea diferente, porque he advertido que muchos poetas se preocupan demasiado por la cantidad de libros que publican, variando básicamente en los temas, pero utilizando, en esencia, casi el mismo lenguaje en todos. Como si cada libro fuera la continuación de otro. Como si se tratara de una saga de novelas. Particularmente, prefiero que cada libro sea diferente en todo sentido, me interesa que parezca que fuera otro escritor quien lo haya escrito, no solo me interesa el cambio de título, sino también el cambio temático y de lenguaje.

 

 

¿Cuánto crees que le debe la crítica limeña a las producciones ajenas a Lima?, 

 

Yo creo que bastante. Muchos de los actores de la literatura peruana son de provincias: Vallejo vino de Santiago de Chuco, Arguedas de Andahuaylas, Antonio Cornejo Polar de Arequipa, etc. Muchos de los escritores siempre buscan la palestra de Lima para oficializarse como escritores, pero hay un grueso de escritores de provincias que la crítica no los ha observado ni ha seguido su obra. No digo que todos los escritores de provincia y que publican en las provincias sean buenos, pero también es verdad que no todos los escritores de lima son buenos escritores. Siempre hay buenos y malos. Como decía T.S Eliot “solo hay versos buenos, versos malos y el caos”.

 

¿Crees que existe cierta dejadez por parte de los actores competentes en el desarrollo de un canon, digamos, por dar un ejemplo, ancashino?

 

De hecho. En muchos casos las historias de las literaturas de cada región aún no se han escrito. El caso ancashino no es la excepción. Si bien es cierto existen trabajos relacionados a esto, estos no pasan de ser agendas censales de escritores y siempre procuran una historiografía impresionista que poco ayuda a decir quién es quién. La historia de la literatura ancashina está por escribirse, y creo que esta merece una especial atención a partir de las figuras que ha aportado dentro de la literatura peruana, como Carlos Eduardo Zavaleta, Óscar Colchado Lucio, Marcos Yauri Montero, Julio Ortega y Juan Ojeda, solo por mencionar a algunos de los más importantes. Pese a esto, no hay estudios especializados o al menos panorámicos sobre estos autores desde la provincia, lo cual sería una visión interesante.

 

¿Y crees que exista un “boom” en la poesía limeña contemporánea?

 

Yo creo que sí, y para esto, curiosamente, coinciden dos asuntos. La apuesta de jóvenes directores de muchas editoriales que han poblado de libros el ambiente limeño y, por otro lado, el boom de la cocina peruana (pareciera que quisiera hacerle competencia). Al igual que en las ferias de comida donde los chefs llaman a su colegas amigos, algo similar sucede en la poesía. Los organizadores solo llaman a sus amigos para los recitales sin importarles ni tomar en cuenta que hayan publicado un solo libro y sean autores que recién se inicien. Por otro lado, ahora es mucho más sencillo publicar un libro, ahora todo mundo es escritor y eso, como consecuencia, ha debilitado la figura del escritor como intelectual. Incluso este fenómeno editorial se está percibiendo en provincias donde también hay un boom de editoriales jóvenes que publican autores de la zona. Parafraseando a Matos Mar creo que estamos un “desborde editorial”.

 

 

Vivimos en un mundo postmoderno en donde, como producto de la internet y de las redes sociales, las barreras de comunicación casi no existen, y en donde publicar es cada vez más fácil; entonces, si la capital no ha de voltear para explorar más allá de lo que les es inmediato, ¿qué se debe hacer con esa voz propia del espíritu de provincia, con esa inquietud que motiva a los nuevos intelectuales? ¿Esperar la gloria póstuma?

 

Roland Barthes hablaba de “la muerte del autor”. Sin embargo, hay autores que son más conocidos por su figura mediática, ya no solo en la televisión, la radio o los periódicos, sino en las redes sociales; pero de los que poco o nada se sabe de su poesía. Particularmente, creo que el texto debe defenderse solo sin mediación del autor; claro, esto no implica que al autor no promocione su obra, sino que involucre la lectura de su poesía a nivel textual y no a nivel de figura social. Como mencionas, vivimos en un mundo postmoderno y esta refiere al culto del instante y del individualismo: algo típico en las sociedades latinoamericanas. Lyotard entendía la postmodernidad como “aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas, sino para hacer sentir mejor que hay algo que  es impresentable”, yo creo que la poesía, con este boom de la novísima poesía peruana, se está contaminando de ciertas taras con las que llegó la pseudomodernidad en nuestro país.

 

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